Se llamaba Johnnie Lautrec y era periodista fotográfico. Las manifestaciones callejeras, cada vez más violentas y frecuentes, eran su lugar de trabajo. Siempre se mezclaba en los tumultos, sorteando a radicales y antidisturbios por igual, y tomaba la instantánea perfecta, la más espectacular, aquella que las grandes agencias de noticias nunca se atrevían a sacar o publicar.
Trabajaba para el portal de noticias online “Go!”, probablemente el diario más modesto de toda la Red, pero cuya línea editorial siempre le había satisfecho, tanto por su fiel apego a la verdad como por su imparcialidad. No eran pocos los que tachaban a “Go!” de radical o antisistema, lo cual llevaba algo de razón, pero Johnnie sabía que de todos los periódicos publicados en la ciudad, el suyo era el menos podrido.
El día había sido infructuoso para Johnnie. La ciudad se limitaba a reproducir el mismo patrón de violencia una y otra vez. “Los tiempos del decoro y la buena vecindad se han acabado”. Ahora primaba la supervivencia personal en un mundo frío y hostil, movido por el interés personal de cada uno de los ciudadanos. El luchar juntos por una justa causa era, oficialmente, cosa del pasado. Lo único que la gente era capaz de hacer en grupo era manifestarse, aunque esto sólo servía para desahogar sus propias frustraciones contra la primera papelera.
Johhnie debía tomarse su labor como un reto físico si quería llegar ileso a casa cada noche, puesto que lograr la mejor fotografía a menudo implicaba meterse de lleno en cruentas batallas campales. Por eso llevaba siempre protección en las articulaciones bajo la ropa, rescatadas de su época skater. Bajo la capucha de la sudadera siempre llevaba una pequeña mascarilla de plástico de cualquier color para no tragarse el humo de las bombas disuasorias utilizadas por los antidisturbios. Esto último, reconocía, era más una licencia dramática que una necesidad.
Así era, pues, Johnnie Lautrec; valiente, osado, independiente y caballeroso. Pero esa noche se encontraba acurrucado en la sucia bañera blanca de su no menos sucio cuarto de baño. La posición fetal lo ayudaba a contener los temblores que sacudían su cuerpo, y el cuarto de baño (única habitación sin ventanas del apartamento) era el refugio perfecto para el mayor temor del joven Lautrec; las tormentas eléctricas.
Ese era su pequeño secreto. El valeroso joven fotógrafo tenía un punto débil que ocultaba a todo el mundo.
Sin embargo, alguien en la ciudad conocía su secreto.
4 comentarios:
¿Dónde está el "continuará"? xD
Por cierto, me mola el nombre ^_^
Jajajaj el continuará está ausente, pero está xD
Me alegra que te guste el nombre del Jony :D
Esperando la continuación.
Gracias epi!! Continuará...
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